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martes, 15 de diciembre de 2015

La educación y sus promesas infundadas. Formando desdichados

Estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) defienden que la cota de educación en formación profesional y universitaria está aumentando considerablemente, y sin embargo no se obtiene un rendimiento en la tasa del desempleo a nivel mundial, es decir “la educación tal y como la planteamos no funciona de herramienta contra la desocupación”.

A pesar de existir un progreso favorable con respecto a los trabajadores mejor formados que presentan una mayor predisposición a obtener ingresos superiores o mejores condiciones de trabajo, en la realidad los trabajadores con estudios superiores no manifiestan una mayor oportunidad a la hora de encontrar empleo. Esto evidencia el desarreglo entre individuos calificados y el número de puestos vacantes que se ajustan a las competencias y salidas, y que si no se repara este problema podría entorpecer el desarrollo económico de la propia nación.




Este fenómeno está causando en España una amplia variedad de inconvenientes psicosociales, sobretodo en grupo determinado de la población considerado ya como la “generación perdida”, en la que los jóvenes con mayor formación en toda la  historia de España han sufrido de lleno el impacto de la crisis económica sobre sus sueños.




La crisis económica actual conlleva una verdadera crisis existencial, en la que la propia dificultad que en sí conlleva la juventud, hoy se enfrenta a un mercado laboral muy complejo que ofrece muy pocas oportunidades, abocados a un fracaso sistémico y a una sociedad que no permite alcanzar el espacio al que han dedicado la inversión de prácticamente media vida. 

Es el vivo retrato del contrato social nunca redactado que garantiza un buen cargo laboral a cambio de sacrificio y mérito.




Actualmente en España el 42% del desempleo pertenece al desempleo juvenil que coexiste con la enorme tasa de empleo temporal y trabajo precario, donde dos tercios de los jóvenes presentan una situación económicamente precaria extremadamente dependiente. Ser mileurista puede considerarse una verdadera fortuna, con miles de jóvenes trabajando como becarios o sin cobrar y siendo prácticamente imposible independizarse del lecho familiar e iniciar una vida propia.



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